miércoles, febrero 02, 2005

Fuera de la Ley
Segunda entrega de escritos.


Este capítulo intenta confesar algunas "fechorías" propias de una niñez vivida en la Plaza Marcos Sastre. Los involucrados pueden estar tranquilos debido a que los hechos ya han preescipto.
Para comenzar, narraré uno de los robos jamás descubiertos en el barrio de Villa Urquiza. Podría llamarlo "el robo perfecto", pero no queremos faltar de arrogantes y menos tratándose de un acto delictivo.
El relato tiene como autor material e intelectual del hecho a quien escribe (Mariano Pineda) y como cómplice co-autora a mi hermana Cecilia (puede verse publicada su fotografía en este mismo bolg, debajo de estas líneas). El lugar del hecho se sitúa en la cancha de bochas de la plaza Marcos Sastre.

Esta cancha de bochas, muy cuidada en esa época, contaba con un pequeño deposito o armario en el lado que daba a la calle Roosevelt (recordemos que la cancha transcurría paralela a la calle Miller), por lo tanto, una cabecera daba a la Av. Monroe (en adelante cabecera sur) y la otra daba a la calle peatonal lindante con los edificios y casas vecinas (en adelante cabecera norte). Ubicados ya en el escenario delictivo, pasamos a narrar con la mayor exactitud posible los hechos.
Cierto día, Mariano, habitué del lugar de los jubilados, observó que un abuelo sacaba tizas blancas de una pequeña latita de paté que se encontraba atada con alambre en el ángulo que formaban la reja de la cancha con el pizarrón de anuncios. Observado este detalle, comenzó a gestarse el delito. Le comentó a Cecilia lo observado y aprovechando una de las veces que se dirigían solos a la Escuela N4 D.E. 15 "Provincia de Buenos Aires", se acercaron sigilosamente al lugar, y sustrajeron las dos o tres tizas gastadas que había en la lata. Por supuesto que nadie los observó, o al menos eso creen ellos.

A la una menos diez del mediodía de lunes a viernes, no suele haber nadie en la plaza Marcos Sastre, solo las personas que, como ellos, cruzan para dirigirse: de Monroe esquina Miller hacia Valdenegro y Roosevelt (recorrido efectuado por los niños en cuestión) y viceversa, y desde Valdenegro esquina Monroe hacia Miller y Roosevelt y viceversa. Vaya uno a saber qué fue lo que los motivó a cometer este atraco. El botín era repartido entre los cómplices, es probable que Analía haya participado del hecho involuntariamente (desde ya, era imposible que por su estatura llegara hasta la latita) y esto podría haberse usado a su favor por un buen abogado defensor.
En fin, esta sustracción se repitió en un par de ocasiones (las suficientes como para comprobar que el botín no valía la pena el esfuerzo) o por el hecho de que los abuelos no pusieron mas tizas en la latita que daba a la cabecera de la calle Roosevelt.

Otro relato

Cierto día de verano, calor agobiante, tres de la tarde, se encontraba la bandita habitual de la plaza, sentada cerca de los bancos de los abuelos. Que no estuviésemos jugando al fútbol, es señal inequívoca de que las condiciones climáticas no eran las aptas. No recuerdo de qué estábamos hablando en esa tarde preadolescente. Solo recuerdo a algunos de los presentes: El Chino Díaz, el Chango (jamás supe su nombre), Facundo, Federico Levrino, Federico el Negro, es posible que también estuviese Salvador ...
El tema es que en un determinado momento pasa un patrullero por la Av. Monroe y uno de los chicos (creo que fue el Chango) grita a toda voz : -La Policía !!!!!!!!!
No sé por qué (tiendo a pensar que fua la idiotez adolescente o el exceso de televisión) pero automáticamente saltamos todos de los bancos como disparados y echamos a correr en diferentes direcciones con toda la rapidéz que pudimos. No había motivos para correr, éramos, lejos, los pibes mas buenos del barrio, pero ese segundo de desconcierto fue suficiente para lanzarnos a la carrera. Sé que los policías se percataron de nuestra "actitud sospechosa" y se lanzaron a nuestra "captura". Cierto es que nosotros éramos seis como mínimo, corriendo hacia los cuatro puntos cardinales y los policías solo 2. Yo recuerdo haberme detenido a la altura de la calle Nahuel Huapi y Miller. Por mis amigos supe (al otro día) que agarraron a dos (no recuerdo a cuáles) y que los policías estaban desconcertados por nuestra reacción. A la pregunta ¿por qué corren?, los chicos respondieron con la verdad: -no sabemos.
El reto recibido fue lo suficientemente fuerte como para no volver a cometer otra vez la idiotéz de correr sin sentido por la calle Miller .

Mariano Pineda.


1 comentario:

Mariano Pineda dijo...

Recuerdo esos momentos de adrenalina pura, como si fuesen hoy, mi mayor anhelo, era llegar a casa con el preciado tesoro ajeno, y jugar a la maestra (sin que mami viera las tizitas), poniendo sobre la cama a todos los alumnos paraditos (alumnos=cualquier muñeca o muñeco exeptuando a los de tamaño insignificante como los playmobil), tomando lista y escribiendo en el pizarroncito de mariano.
Ceci